Reseña Retro: Phoenix Wright: Ace Attorney Trilogy

Antes de iniciar cualquier tipo de conversación sobre Ace Attorney, siempre me gusta resaltar dos puntos principales. El primero es un poco obvio, pero también es algo que debe quedar muy claro: esta saga es, por ponerlo de la forma más simple posible, muy japonesa. Extremadamente japonesa, de hecho. Si no eres una persona que tenga cariño por la curiosa cultura de animación oriental (y con ella me refiero a manga, animé, videojuegos y todos sus derivados), entonces Ace Attorney no es para ti. Esta es una serie de videojuegos llena de personajes excéntricos, tramas absurdas y sobredramáticas, vestimentas sacadas de un carnaval y en general un tono muy over-the-top. En otras palabras, Ace Attorney es extremadamente ridículo, y para los que disfrutamos de este subgénero, ese es precisamente uno de sus mayores encantos.

El segundo punto es una distinción necesaria. Casi siempre, los juegos son identificados como aventuras point and click, algo que no es exactamente correcto. En realidad, el término que encaja a la perfección con la serie es simple: novela gráfica. El gameplay, que es casi idéntico entre cada entrega, obedece perfectamente las reglas convencionales del género: diferentes escenarios de fondo, numerosos personajes con los que hablar y mucho, mucho, mucho texto. La última pieza de ese rompecabezas es la más importante: la historia. Como toda buena novela gráfica, el peso de Ace Attorney descansa en la trama que desarrolla. Las demás partes del juego que involucran interacciones por parte del jugador, aunque indispensables, quedan en segundo plano.



Esa última declaración podría sonar apocalíptica para muchos, pero por fortuna cada uno de los títulos hace un buen trabajo en mantenerte enganchado al igual que un libro. Hay puntos bajos, sin duda, pero en general el resultado es uno positivo. En total existen ocho juegos: cinco principales y tres spin-offs, con una sexta entrega principal recién anunciada. Aquí me enfocaré principalmente en lo que se conoce como Phoenix Wright: Ace Attorney Trilogy, que son básicamente los tres primeros juegos de la serie. Al final dedicaré un par de palabras a la cuarta entrega, Apollo Justice: Ace Attorney, cuya opinión entre los fanáticos suele estar bastante dividida.

La premisa de la historia no es complicada: eres Phoenix Wright, un abogado defensor novato al inicio de su carrera que debe atender casos que, tal vez con demasiada regularidad, usualmente lo afectan directamente a él y a sus conocidos. Cada juego tiene entre 4 y 5 casos (todos ellos misterios de asesinatos) que se identifican como “capítulos”. Estos capítulos están divididos en una secuencia que, aunque puede variar, casi siempre es la misma: Investigación1-Juicio1-Investigación2-Juicio2. En la Investigación, Phoenix hace el papel de detective: entrevista a su cliente, testigos, policía, autoridades, etc. y busca pistas en las escenas del crimen y zonas relacionadas. Esta parte sirve como introducción para la sección más emocionante: el juicio, en donde Phoenix se enfrenta cara a cara con otros abogados que, en típico estilo animé, usualmente tienen algún tipo de desprecio hacia él... o al menos una intensa rivalidad.


Aquí es donde hacemos otra pausa. “Eso no es lo que hace un abogado real” sería un argumento acertado sobre lo que acabo de describir. Toca repetir lo que mencioné al principio: estos juegos no están interesados en hacer una representación ideal de cómo operan estos profesionales en la vida real, mucho menos con el sistema legal occidental. Juzgar a la serie bajo ese criterio no tiene caso: esto no es un simulador. Durante un juicio de Justice for All (la segunda entrega), por ejemplo, uno de los testigos es un ventrílocuo que solo puede hablar a través de su marioneta y da su declaración mientras Phoenix, quien lo interroga, es azotado cómicamente por el abogado rival con un látigo.

Como dije antes: Japón.

Pero en serio, cuando digo que la experiencia de Ace Attorney es una positiva, realmente pienso así. Es fácil ver por qué tiene una base de fanáticos tan prominente y tan leal. Los juegos son, puesto de forma simple, encantadores. Y como toda buena historia, su fuerte descansa en el hecho de que cuenta con personajes memorables. Todos son desarrollados de la forma típica sobredramática del animé, pero la ejecución en ese departamento está muy bien hecha. Ver las interacciones entre los protagonistas es un deleite, la comedia es de primera, y los casos en general suelen ser divertidos. Casi siempre conservan adecuadamente su dosis de misterio y, en algunas mágicas excepciones, genuina tensión.

Ahora bien, aunque pareciera que solo hay cosas buenas que decir sobre Phoenix y compañía, la realidad es que estos tres juegos están muy lejos de ser perfectos. Para empezar, son casi indistinguibles el uno del otro. Capcom podría lanzarlos todos como un único título y estoy seguro de que nadie jamás se daría cuenta de que en realidad se trata de tres entregas separadas. Esto no sería ningún problema si la fórmula original no tuviera espacio para mejoras, pero el detalle es que sí lo tiene... y bastante.


Sin duda alguna, la falla más grande de la trilogía es su presentación: es extremadamente pobre visualmente, una característica común del género de la que desafortunadamente Phoenix Wright nunca se desliga. Tal vez lo que más molesta son los escenarios, que permanecen completamente estáticos y lucen más como pinturas detrás de los personajes en vez de locaciones reales. Aquí una acotación importante: es cierto que los tres títulos salieron originalmente para Game Boy Advance y se perdona que el primer juego sea así; pero de ahí en adelante es un pecado no haber mejorado el aspecto visual, especialmente cuando hablamos de los remakes para Nintendo DS. Otro detalle son las animaciones de los personajes principales (especialmente Phoenix), que para el primer juego bastan; pero a partir de la secuela comienzan a gastarse y volverse demasiado repetitivos. Al final nos quedamos con las mismas 9 o 10 poses, y los mismos 5 planos durante horas y horas de juicios e investigaciones. Después de un tiempo, se vuelve extremadamente monótono y plano. La incomodidad se acentúa muchísimo cuando ocurren escenas tensas de ligera acción o mucha carga visual, que usualmente quedan reducidas a una imagen estática también. Y eso con suerte, porque si no, quedamos simplemente con texto y la pantalla negra.

Desafortunadamente, ahí no terminan los defectos. El otro punto negativo que, repito, se mantiene exactamente igual durante los tres juegos es el gameplay... lo poco que hay de él, al menos. Las mecánicas del juego, aunque en teoría competentes y simples, terminan por embotellar al jugador demasiadas veces en un tedioso sistema involuntario de ensayo y error. El motivo es que en los juicios se penalizan las equivocaciones. Cuando la “barra de energía” (o lo-que-sea-que-quieran-llamarla) se agota, debes comenzar desde el principio de esa sesión. Esta mecánica es absurda y solo funciona como fuente de extrema frustración: el juego no pide del jugador reforzar alguna destreza, sino que opta más bien por castigar obligándolo a repetir la misma parte de la historia en donde ya habías invertido quién-sabe-cuántos-minutos… u horas. Todo sin ni siquiera poder adelantar la velocidad del texto. Esto, predeciblemente, suele arruinar el ritmo de la historia y el impulso de escenas climáticas.


Esto ocurre por dos motivos principales. Primero, la forma en la que los juegos funcionan es extremadamente lineal. Si bien narrativamente la linealidad no es una debilidad, sino más bien una decisión puramente creativa, a nivel técnico resulta incómodo. Porque la realidad es que, por muy preparados que sean estos casos a nivel narrativo, el juego debería reconocer que pueden tener varias interpretaciones y que se prestan para diferentes lógicas de solución. El segundo motivo es que, aunque los juegos mantienen estrictamente su ya mencionada lógica de “la única verdad admisible”, la traicionan con demasiada regularidad como para que, después de un tiempo, algo tenga sentido. Muchas veces el juez hará preguntas como “¿Qué contradicción hay entre el testimonio y esta fotografía?” y aunque señales una bastante clara, será la respuesta equivocada si no es la “verdadera” respuesta que sigue el guion de la historia. Así, no es raro que te adelantes al caso un par de veces y puedas ver los huecos en la trama mucho antes que el resto de los personajes. Esa falta de flexibilidad y encima mala ejecución de las mecánicas llevan finalmente a una experiencia quebrada, al menos en ese sentido. Llegó un punto en el que entendí que, si no tenía una guía abierta a mi lado, probablemente no difrutaría mucho estos juegos.

Y aun así, luego de comentarios tan negativos como esos, el hecho de que siga pensando positivamente de Phoenix Wright: Ace Attorney y de que no pueda espera para jugar la próxima entrega dice bastante. Sus personajes son así de encantadores, sus tramas así de coloridas, entretenidas y graciosas. La trilogía de Phoenix Wright es una experiencia con muchos problemas, sin duda; pero en vista de que tengo una cierta debilidad por historias con personajes memorables, soportar esas molestias vale la pena. Estos tres juegos brillan como ejemplo de lo mejor que puede ofrecer el género, al mismo tiempo que también nos muestran casi con urgencia las partes que deben ser atendidas.


Hold it!


Apollo Justice: Ace Attorney, la cuarta entrega de la serie, es un juego divisivo. Una rápida búsqueda por internet muestra casi de inmediato que hay un número importante de fanáticos que desaprueban fuertemente de este título. Pero, ¿por qué el descontento? La razón es simple, realmente: el juego cuenta con un elenco de personajes completamente nuevo, incluyendo adivinaste un nuevo protagonista. No solo eso, sino que literalmente durante los primeros segundos, la historia tiene un giro bastante inesperado que es difícil de digerir para muchos. Es imposible entrar en detalles sin dar spoilers, pero el mensaje es claro: quítale a tus fanáticos los personajes que aman e invierte la premisa de la historia y podrías encontrarte en problemas.

Sin embargo, me gustaría aclarar que no comparto para nada esas opiniones: Apollo es un justo y encantador capítulo más en la historia de la saga. No es por decir que no tiene sus fallas, sin embargo. De hecho, cuando digo “un capítulo más” lo hago de la forma más literal posible. Y es que, desafortunadamente, esta cuarta parte es una decepción en muchos sentidos por cometer de nuevo el mismo error de todos sus antecesores: no aportar cambios. Esta falla es especialmente grave en este caso, porque este fue el primer juego de la saga desarrollado directamente para Nintendo DS, donde un avance visual era ciertamente más que posible (como eventualmente se hizo realidad, afortunadamente, la quinta entrega para 3DS; aunque ese es otro tema).

Apollo Justice un título nativo de Nintendo DS que mantiene el mismo sistema de sus antecesores: escenarios estáticos y aburridos, mismos planos, mismos errores funcionales, etc. Esto fue terriblemente decepcionante para mí, pero como en todos los demás títulos, la historia me entretuvo lo suficiente como para ignorar los detalles (de nuevo) y disfrutar del viaje. Soy de los que suele recibir los riesgos narrativos con los brazos abiertos, y en este caso la jugada funcionó perfectamente. Apollo aún tiene fallas en su guión, como por ejemplo un villano poco satisfactorio, mucho relleno en el medio y en general varios puntos flojos en la trama. Pero honestamente, Phoenix tuvo bastante de esos también en sus tres aventuras anteriores. Y además, un punto positivo de cierre para esta cuarta parte: el último caso tiene uno de los giros más satisfactorios y emocionantes de toda la saga. De eso pueden estar seguros, y todas las objeciones serán anuladas.

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